Está considerado como el parque nacional más bello de todo el país, así que sería imperdonable no acercarse hasta él aunque sólo sea para pasar una noche y pasear un poco por algunos de sus rincones más emblemáticos. Yosemite acoge cada año más de tres millones de visitantes, así que hay que asegurarse el alojamiento con tiempo, sobre todo si se visita a partir de septiembre. A partir de esta fecha, algunos campings cierran debido a las nieves y las bajas temperaturas. Las plazas de los hoteles y bungalows son los que vuelan antes, por lo que se recomienda encarecidamente que se reserve con antelación. El Housekeeping Camp se encuentra junto al río y ofrece un híbrido entre cabaña y tienda de campaña donde las paredes son de obra y el techo y la entrada de loneta. Cada una cuenta con su propio espacio para comer y los baños y duchas están impecables.
Entre los enclaves más famosos del parque se encuentran el Salto Yosemite, las secuoyas de Mariposa Grove, el perfil conocido como Half Dome y la mole granítica denominada El Capitán. Las mejores vistas sobre estas dos últimas se obtienen desde los miradores Valley View y Tunnel View. Con más de 1.400 kilómetros de rutas, el senderismo es el deporte rey de Yosemite, aunque también se puede practicar escalada, paseos a caballo, ciclismo o rafting, entre otras actividades. Se elija lo que se elija, hay que leerse bien las informaciones mostradas en los alojamientos y por el parque acerca de los osos, no vaya a ser que de repente éste decida acercarse a nuestro coche o unirse a la marcha por el parque.
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