Siria. Disfrutando de la hospitalidad de los sirios.

En el ya comentado restaurante Abu Al-Ezz, acabamos la noche bailando con varios de los comensales que allí se encontraban. Salim era uno de ellos, quien no dudó en invitarnos a una cena que organizaba a los dos días otro de los allí presentes en honor de un colega saudí que estaba en la ciudad de visita. Su amabilidad no acabó ahí, ya que él y su amigo Mozaq quisieron llevarnos la misma tarde del convite a dos populares sitios de Damasco. Uno de ellos fue el zoo, a reventar de familias por ser viernes -el día festivo en los países musulmanes- y el otro el restaurante más grande del mundo, el Damascus Gate.

Fue precisamente en este lugar, donde Mozaq me preguntó algo que le llevaba intrigando desde la noche en que lo conocimos. Su pregunta fue: "¿cómo es que aceptásteis tan rápido nuestra invitación?" Y yo le contesté: "os dijimos que sí desde el principio, sin dudarlo ni un momento, porque conocemos la generosidad y la hospitalidad de los árabes. Vuestra invitación no fue una sorpresa, fue un regalo". Lo mismo que le dije a aquel hombre risueño y sencillo os digo a vosotros: aceptad sus invitaciones y traspasad las puertas. Como siempre, ahí se encontrará lo mejor del viaje.


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